Lic. Tomás
Astacio Zorrilla.
(1)
HONOR A
QUIEN HONOR MERECE.
Un poco de
las Historias para un pueblo ingrato y
sin memoria, ubicado en la región Este
de la República Dominicana, llámese San Pedro de Macorís.
Sí, aquí ha
ocurrido un olvido total de nuestra historia, varios hechos históricos se han
realizados, que ya llegaron al olvido por
los petromacorisanos, como consecuencia de
la ineptitud e incapacidad de nuestros
nacionales. Tenemos el ejemplo de: LOS
CRIMENES DEL IMPERIALISMO
NORTEAMERICANO.
“Las
relaciones de amistad de los dominicanos
con cubanos, puertorriqueños y venezolanos
han existido desde los días la
colonia y son muchos los
ejemplos de solidaridad activa y mutua
en nuestras luchas por la libertad y el progreso”.
“ Don Horacio Blanco Fombona fue un intelectual
venezolano que refugiado entre nosotros,
se unió a nuestras luchas contra
intervención norteamericana de 1916-1924,
sufriendo persecuciones y encarcelamientos en represalia por sus actividades periodísticas en contra de los interventores.
El
periodista Horacio Blanco Fombona nos ofrece importantes y poco conocidas
noticias acerca del “Dios Liborio”, la persecución y el asesinato de Vicente Evangelista, temido
guerrillero de la Región Este. Máxime la gran concentración de los campesinos
de la misma Región, así como numerosos ejemplos de brutalidad del impero
norteamericano.
En el momento en que las tropas interventoras norteamericanas
ocuparon la ciudad capital, aquí en San Pedro de Macorís, estaba el joven Gregorio Urbano Gilbert, lleno de
indignación, y comentó en una barbería el
hecho de que no se hizo resistencia armada en Santo Domingo al
desembarco de los yanquis, y con un sentimiento provinciano, muy indolatino,
había asegurado que no desembarcarían en San Pedro de Macorís sin que se les recibiera a tiros; que si
nadie lo seguía, él solo se bastaba para tal empresa. Algunos sonrieron del
“romanticismo,” otros comentaron que así debía ser, pero que no sería, y nadie
se preocupó de aquellas palabras que podía llevarse el viento como tantas y
tantas otras.
Los
invasores norteamericanos llegaron cautelosos, ocupando todo el país, Aquí
penetraban con un pretexto, allá con
otro; pero en todas partes penetraban.
Pero tocó
el turno
a la ciudad de los azúcares San Pedro
de Macorís. Dos vapores
norteamericanos de guerra atracaron en el puerto, en zafarrancho de combate.
Los
macorisanos por pudor, por precaución,
quizás por ambas cosa, cerraron las puertas de sus hogares y de sus comercios.
Aquí, nadie
quería presenciar el desembarco las tropas enemigas; si acaso lo harían a
través de rendijas, de puertas y ventanas.
El muelle
estaba desierto. El desembarco fue lento. Primero descendieron dos soldados
con sendas
ametralladoras embocadas hacia la ciudad; luego otro soldados seguidos de un
oficial. Adelantaban poco a poco. En
tanto ya cordones de marinos bajaban por la escalerilla de uno
de los barcos de guerra… El otro buque
apoyaba el desembarco. El último
que descendió fue un oficial, de mayor graduación, lo cual se descubría por los
galones que adornaban su uniforme.
El
muchacho mirón que se había ocultado tras unos bultos de la Aduana, salió de su
escondrijo y avanzó hacia las tropas americanas, serenamente, con las manos hundidas
en los bolsillos del saco.
Cuando
Gregorio Urbano Gilbert estuvo a pocos
pasos del oficial, sacó violentamente del bolsillo la mano derecha,
provista de un revólver, e hizo dos certeros disparos sobre el jefe gringo.
Las fuerzas
de desembarco se desplegaron, y, en plan de batalla, comenzaron a disparar
sobre los bultos de la Aduana, sobre las
torres de la iglesia, sobre las
azoteas….
Los buques
hicieron funcionar sus cañones. Al replegarse
la tropa, Urbano, había quedado cubierto
por unos bultos y allí esperó la muerte que
él cría inevitable.
Fue después de
mucho aguardar que renació
vehementemente el instinto de
conservación en Urbano,y que, contando con su conocimiento del terreno,
se dio a la huída.”
CONDENADO A NOVENTA Y NUEVE AÑOS DE PRESIDIO.